Somos más fuertes

"No fuimos ni somos víctimas. Somos personas bajo la misma circunstancia adversa. Y tanto juntos como separados, somos más fuertes que el bullying".

Marlita Linda

Buen día:

Lo que me interesa de contar la historia es que la gente pueda entender cómo se siente uno en el caso de ser la víctima de acoso escolar y tengan un acercamiento a los sentimientos de dolor y frustración que uno vive en las situaciones de ese tipo de acoso.

Cuando nací yo presenté un problema psicomotor, según la historia clínica yo tuve parálisis cerebral leve y estuve casi toda mi infancia y adolescencia en diferentes terapias (fisioterapia, terapia de lenguaje, etc). Aparentemente yo no tenía las capacidades cognitivas y físicas de un niño "normal", tanto así que yo empecé a caminar y a hablar a las 4 años de edad. 

Los médicos le recomendaron a mi mamá que me llevara a un colegio para niños especiales (niños con discapacidad mental), sin embargo, después de un mes a mi mamá no le agradó mucho la idea de tenerme en ese colegio y me inscribió en el jardín donde estudiaba mi hermana. Desde ese entonces, por el hecho de no poder caminar fui víctima de abusos por parte de los otros niños.

Yo empecé a demostrar que a pesar de las supuestas incapacidades físicas, mis capacidades cognitivas eran completamente normales, como las de cualquier niño. Así que a los 4 años, después de dar mis primeros pasos entré a estudiar la primaria en un colegio tradicional. Yo tenía ademanes de un niño con discapacidad, es decir, primero que todo me tropezaba bastante porque hasta ahora estaba empezando a caminar, me quedaba con la boca abierta cuando me centraba en algo, tenía (y aún tengo) un tic que me hacía mover la cabeza de un lado a otro. Había una profesora en el primero, lo recuerdo muy bien, que me lanzaba hacía el tablero y hacía que me estrellara contra él y me regañaba porque no coloreaba bien. Mis padres denunciaron este asunto ante la directora y la profesora fue expulsada del colegio. 

Creo que mi infancia fue salvaguardada por el hecho de tener una familia amorosa y en el colegio lo que me ayudó fue empezar a ser una alumna sobresaliente, entonces ahí me gané el aprecio de los profesores.

El bachillerato fue un infierno, ya que era un colegio muchísimo más grande que en el que estudié la primaria. En el primer año tuve una profesora que me remedaba y hacía que todos los niños se burlaran de mí. Tuve que soportar un sinnúmero de burlas y apodos. Tuve que soportar el rechazo. Esas burlas de los demás compañeros la verdad hacen que uno se sienta mal consigo mismo, uno se siente menospreciado, defectuoso, no sé, el autoestima se le baja a uno hasta el suelo. Uno siente que no merece estar en el mundo, uno siente un dolor que nadie más puede describir.

Yo recuerdo que muchísimas veces lloré, llegaba a mi casa triste y no sabía qué hacer. Otro aspecto que me parece terrible es que uno no tiene soluciones a la mano. En mi caso particular, recuerdo que la única solución que yo escuchaba era a mi papá diciendo que iba a mandar a alguien que asustara a esos niños. Yo le decía que no, porque la verdad no veía eso en qué me podía ayudar. 

Pienso que los padres deben hacer dos cosas, primero, educar a los hijos para que aprendan a aceptar, a convivir e incluso a acercarse a quienes son diferentes
y lo más importante a respetarlos realmente. Lo segundo, es que los padres que tengan un hijo en condición de matoneo o acoso escolar, lo que deben hacer es brindar soluciones que hagan que el hijo se sienta apoyado, por ejemplo, hablar con los profesores, con el área de trabajo social y también darle soluciones al niño para que él las pueda llevar a cabo.

Yo recuerdo que durante cuatro años viví esa experiencia amarga del acoso y sobre todo del matoneo, como le llaman actualmente, porque en esa época no existían esos conceptos.

Otra cosa que recuerdo es que también nació un deseo de morir e incluso de cometer suicidio.

Hubo un grado en el que me cambiaron de curso y completamente de compañeros. Yo la verdad en ese tiempo lo único que había pensado era pedirle a mis padres que me cambiaran de colegio. Cuando me cambiaron de curso la verdad fue una bendición, porque ahí encontré nueva gente, empecé a tener amigas y las cosas fueron diferentes y empezaron a mejorar en mi vida.

El único consejo sabio que recibí fue por parte de mi hermana que me decía que cuando una persona se burlaba de uno en exceso es que quería ocultar algo, me dijo algo así como "busca qué defecto están tratando de esconder y trata de hacerlo notar". Ese consejo me sirvió en el sentido de que empecé a notar en ellos personas con defectos tal y como uno y eso me ayudó a enfrentarlos en situaciones posteriores ya en el último año que volví al curso con algunos de ellos.

El acoso escolar deja muchas secuelas que son complicadas de sanar. En mi época de estudiante de colegio no habían los conceptos que se manejan ahora con respecto al acoso y al matoneo. No existían muchas formas de defensa, no existía el concepto que uno puede buscar ayuda profesional y que no por eso uno está loco. Ahora pienso que hay muchas herramientas para ayudar a los niños a superar casos de abuso, pero las situaciones de abuso siguen siendo las mismas que en mi época.

Siento que a pesar de que estamos en una sociedad donde se habla de tolerancia, de respeto, de diversidad, aún no le están enseñando a los chicos cómo respetar las diferencias, incluso la gente adulta se burla de los demás por creer en x religión, tener y ideologías, tener ciertas preferencias sexuales, etc. Pienso que son conceptos que están muy arraigados en la sociedad y que son paradigmas que hay que eliminar.

Yo le doy gracias a Dios que a pesar de la situación tan fuerte que tuve que vivir, porque posiblemente mis líneas no reflejen lo que sentía en esa época; he podido ir rompiendo y cambiando las secuelas tan arraigadas que dejaron esas vivencias en mí. Un día, ya estando en la universidad tuve que enfrentar el hecho del deseo de morir y cambiar el chip y empezar a amar la vida, también, ya bastante crecida, tuve que empezar a valorarme como persona y hacer del amor propio una realidad. También tuve la oportunidad de encontrarme con los antiguos compañeros de colegio y poder sanar viejas heridas y perdonar.

Gracias a Dios he podido seguir adelante con mi vida, después de duras batallas. Actualmente tengo una profesión, una maestría, quiero continuar con los estudios de doctorado, tengo un trabajo que me encanta hacer y de un tiempo para acá, después de haber matado demonios, siento que tengo una vida fabulosa y quiero seguir adelante. He descubierto una vida hermosa después de todo lo que viví. Sin embargo, sé que para muchos muere la esperanza y prefieren suicidarse que seguir tolerando la situación. De verdad que admiro el proyecto porque no hay que permitir que más vidas se pierdan por cosas que se pueden solucionar y que pueden cambiar.

Bueno, espero que mi relato sirva para que todos empecemos a tomar consciencia que el acoso escolar no es sólo una situación, sino es un asunto que afecta fuertemente la vida de quien lo sufre, por eso hay que cambiar esas situaciones.

Muchas gracias por leerme.
 
Autor/a del relato: 
Marlita Linda

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